alzheimer

Alzheimer conectados por el amor

La primera vez que escuche la palabra Alzheimer no tenía más información que la de una enfermedad que te quita la memoria, la segunda vez fue distinto, la escuche de un especialista en neurología que le realizó varios exámenes a mi padre después de hacerle preguntas aparentemente sencillas como: 

¿Cuál es la fecha de su nacimiento? 
¿Dónde vive? 
¿Cómo se clava un clavo? 
¿Qué día es hoy? ¿de qué mes? ¿de qué año?  

Dio su diagnóstico, es Alzheimer, una enfermedad progresiva que afecta la memoria y otras funciones mentales importantes y no tiene cura; ese día mi mamá, mis hermanas y yo nos convertimos en investigadoras, averiguamos sobre los posibles tratamientos, desde recetas naturales hasta cámaras hiperbáricas que ayudaban a oxigenar el cerebro.  

Y, mientras buscábamos la forma de retrasar la enfermedad, fueron evidentes los signos de deterioro: un hombre tan inteligente como mi papá dejó de interesarse por su pasión: los motores, las máquinas, las herramientas  y la mecánica; poco a poco olvidó el nombre de sus hijos,  aquel hombre que caminó por el bosque sin brújula ahora no lograba encontrar el camino de regreso a casa; pero empezó a hacer cosas que antes no hacía como recoger flores del jardín para llevarlas a mi madre, esta mujer que no quería aceptar la enfermedad.  

Ahora pronuncio Alzheimer y lo defino como una enfermedad cruel que pone a prueba a la familia del que la padece, porque mi padre vive su mundo, repite las cosas una y otra vez mientras nosotros atesoramos cada mínimo recuerdo y todas las muestras de cariño que aún no se han ido. 

Con el tiempo aprendimos que no importa cuantas explicaciones le demos a la gente sobre la enfermedad, no lo van a entender porque tienen que ponerse en nuestros zapatos y caminar un día junto ellos, para entender lo que es vivir con la enfermedad.  

Aprendí que mi madre es el roble que nos sostiene, quien nos enseñó más de lo que imagina, con su ternura, amor y lealtad infinita.   

Aprendí a disfrutar de los momentos de alegría porque son los que nos sostienen cuando llegan las tormentas de incertidumbre y tristeza. 

Aprendí que dejar no es abandonar y que solo quien ama lo suficiente, es capaz de tomar decisiones sabias y oportunas. 

La vida nos cambia a todos, creemos tener todo bajo control, imaginamos envejecer de la mejor forma posible y nos olvidamos que solo el presente es lo que tenemos porque el futuro es incierto.  

Si tienes a alguien con Alzheimer ¡no estás solo! como alguna vez alguien me dijo: ¨somos ángeles de una sola ala, que necesitamos abrazarnos para poder volar¨.

Campaña de concienciación del Alzheimer-España

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